Hace cuatro años en la madrugada de un martes 26 de julio me llamó mi papá para pedirme que lo llevara al hospital porque se sentía muy mal. Pensé que sería una visita a urgencias que nos llevaría algunas horas, y que saldríamos antes del amanecer. Pero el destino tenía otros planes y esa madrugada dejó de existir en este plano. Entendí en ese momento que nuestros padres son eternos.

Nunca estamos preparados para una ausencia física de alguien que queremos tanto, pero en mi experiencia suceden cosas mágicas. El amor que sentimos se incremente exponencialmente conforme va pasando el tiempo, y si ponemos atención sentimos un calorcito en el corazón.
Mi papá fue un hombre muy sensato, sensible y fue mi gran consejero para las decisiones importantes. Cuando era niña lo admiraba mucho porque me parecía muy sabio, podía hablar de muchísimos temas y era excelente en matemáticas.
Mucha gente pensaba que mi papá era maestro, y quizá sí fue un mentor de gente que trabajó con él, de sobrinos y amigos a quienes acompañó, y por supuesto un gran ejemplo de ser humano.
A finales de 2020 cuando vi la película de Soul pensé mucho en mi papá y en que muy probablemente estará ejerciendo de guía de almitas que se preparan para venir a la tierra. ¿Cómo no serlo, si un alma tan grande podría animarles contándoles tantas historias de vida entrañables y hermosas? Y que nuestros granitos de arena contribuyen a hacer de este un mundo mejor.
Me parece que en conversaciones casuales y con su ejemplo, nuestros padres nos van dejando ciertas lecciones muy útiles para la vida. Aquí algunas que me dejó mi papá y que han sido de gran ayuda:
La sabiduría de los animales
Mi papá fue siempre respetuoso de la naturaleza y gran amante de los animales. A nuestras mascotas siempre las trató con cariño. Cuando alguno de nuestros animalitos se sentía indispuesto, nos recordaba que ellos conocen su cuerpo y se empiezan a auto-sanar.
La vida es una rueda de la fortuna
Hace pocos años tuve una crisis significativa y las cosas no me salían como esperaba aunque me esforzara, me sentía desesperada y muy frustrada. Hablé con mi papá y le dije que no sabía que más hacer. Me respondió que tomará un respiro y que siguiera intentando, que en la vida había ciclos y de todo se aprende. Que aunque no podía decirme cuándo, las cosas iban a cambiar y yo iba a salir fortalecida. Y así fue.
Estar en positivo
Cuando mis hermanos o yo le compartíamos alguna situación que nos preocupaba, nos hablaba de estar siempre en positivo y no contagiarnos por la negatividad de otros. Que las cosas no son siempre como aparentan o como los demás las interpretan. Además es importante conectar con el Creador en intención y en oración.
Ser discretos
Mi papá era súper discreto, y nunca comentaba algo que le hubieran confiado. Siempre hizo énfasis en que fuéramos discretos, de no repetir rumores y en especial, que jamás nombráramos a alguien por su apodo porque todos tenemos un nombre.
Ser empático y visitar a los enfermos
Cuando alguien pedía donadores de sangre mi papá era el primero en ir a donar. Siempre se hizo un espacio para visitar o llamar a sus amigos, colegas o familiares enfermos. Supo ser empático con los niños y nos recordó siempre que respetáramos a los maestros y a los mayores en general.
Recuerdo que cuando iba en la secundaria, muchas niñas se burlaban de la maestra de Español. Yo moría de ganas de reírme también, pero sentía horrible por la maestra y tenía muy presente a mi papá. Al final del curso en el libro de dedicatorias la maestra, que se llamaba Mercedes, me agradeció que nunca me hubiera reido de ella.
Si como dicen que nosotros elegimos a nuestros padres antes de nacer, algo bueno hice para que me tocara el papá que tuve. No se fue, su presencia solamente se transformó. Nuestros padres son eternos
*La foto de portada es de una casa que el amaba mucho en una población llamada Tepetlaoxtoc.