Conocí a una chica que ni siquiera sabía quien era, a pesar de la imagen de seguridad que todo mundo tenía de ella. En un punto de su vida se encontró totalmente perdida, creyendo que todas las puertas se le cerraban y no tenía más opción que deshacerse de lo que ella creía que tenía valor para seguir adelante. Se juzgaba con mucha dureza y se lamentaba por las malas decisiones que pudo haber tomado en el pasado.
¿Porqué creyó que la vida no tenía más experiencias maravillosas para ella? ¿De qué se estaba auto castigando? Creía que no merecía más y que ya todo estaba terminado.
Pero no fue así. Ella hizo un esfuerzo enorme por creer en los procesos de la vida, en las hermosas coincidencias con almas afines, en la abundancia que Dios nos regala cada día desde el momento de abrir los ojos y, sobretodo, se dio la oportunidad de creer y vivir con la certeza de que el amor es la energía más poderosa que existe.
Y empezó a amarse a si misma, a cuidar su salud, a arreglarse para ella, a compartir sus conocimientos, afirmando cada día que su vida estaba llena de magia, milagros y bendiciones. Si, a pesar de las noticias que le llegaban en Twitter, a pesar del ambiente de agresión que percibía al salir a la calle, y de la aparente competencia profesional que veía cada vez que abría LinkedIn. Ya no sentía que no era suficiente. Entendió que hay un espacio para cada uno si primero pensamos en lo que realmente queremos de la vida. ¿Acaso quería la posición internacional que otra persona acababa de obtener en una empresa donde alguna vez hizo consultoría? Lo que al principio parecía envidia le dio la pauta para detenerse y recordar lo que realmente quería en su vida profesional: libertad de tiempo, hacer networking, aprender y compartir.
Así fue como volvió a florecer. Sin detenerse a pensar si ella no era suficiente o no merecía los regalos que el universo le enviaba. Aprendió a leer las señales y a tener confianza en los procesos de la vida, que son diferentes en cada persona, y por eso la importancia de no compararnos con los demás.
Nuevas posibilidades empezaron a llegar a su vida, nuevos amigos, relaciones, proyectos y oportunidades que nunca imagino, porque en su mente no era posible, hasta que volvió a creer en que la mente no tiene todas las respuestas. La gente que la quería realmente supo ser paciente y la acompañaron respetando sus procesos, aún cuando no entendían sus contradicciones.
Volvió a hablar con seguridad, se adaptó a las nuevas tecnologías para usarlas de la mejor manera y poder compartir sus conocimientos con otras personas. De repente llegaron oportunidades de volver a viajar, de visitar a sus amigos y familia en otros lugares. Pudo cumplir sus compromisos financieros y devolver la ayuda que tan generosamente recibió de algunos amigos que confiaron ella y sabían que era cuestión de tiempo para que volviera a salir adelante.
El amor en el que ella volvió a creer se multiplicó de muchas formas. Volvió a sentir pasión por su trabajo y se dio cuenta que los talentos con los que llegó a este planeta tenían un propósito: desarrollarlos y compartirlos. Volvió a sentirse amada y apoyada para seguir con su misión de vida en abundancia material, amor incondicional, con salud en el cuerpo físico sin olvidar la importancia de alimentar el alma para compartir con los demás las bendiciones que Dios en su grandeza y generosidad le hizo llegar siempre, pero ella, tan ocupada en preocuparse y sentirse pequeñita, no se daba cuenta.
Sus negocios florecieron, porque tenía la solución que otros buscaban, tanto en equipos relacionados con la sustentabilidad, como asesorando empresas y acompañando procesos de transformación personal, mostrando cómo la tecnología se integra en la vida cotidiana. Pudo dar trabajo a muchas que la enriquecieron con su experiencia y puntos de vista. Tenía libertad de viajar y trabajar remotamente, mientras alimentaba a su corazón al visitar amigos y familia.
Al final, la vida es una experiencia que nos permite conectar con nosotros mismos y con los demás. El reto es aprender a conocernos, agradecer cada día lo que la vida nos da pero no vemos, y perdonar lo que otros, con intención o no, hayan hecho. Si vemos con una mirada distinta las cosas que nos suceden, nos daremos cuenta que siempre hay algo por lo que sentirse agradecido, y que todo pasa. Es importante tener paciencia, conocernos mejor con honestidad, y en lo posible, vivir el momento presente, que es lo que realmente tenemos.
Muy cierto