La vida nos pide hacer pausas para inspirarnos, tener claridad y tomar fuerzas para seguir adelante permitiendo que las cosas se acomoden. La naturaleza es sabia, y nos muestra que hay momentos para estar activos y para estar quietos, como el ciclo de las estaciones.
Como lo menciona el Libro del Eclesiastés 3, hay un tiempo de trabajar y un tiempo para descansar.
Hemos sido educados con la mala idea de tener respuestas rápidas, especialmente desde al auge del internet. Nuestra paciencia es mínima por demandar todo inmediato, ser productivos al cien.
Querer las cosas “para ayer” solamente nos provoca estrés, frustración y una falsa sensación de control, creyendo que hacer varias cosas al mismo tiempo es sinónimo de eficiencia.
El arte de detenerse
La palabra pausa en su origen griego (anapausis) remite a “reposo”, “interrupción”, “descanso”. En la antigüedad se entendía la pausa como un hacer creador, como una interrupción sanadora.
Si bien hay muchos ejercicios que pueden realizarse para descansar psicológica y físicamente, la pausa siempre debe incluir lo opuesto de lo que se hace en el trabajo.
La pausa es interrumpir lo que se está haciendo para hacer algo totalmente diferente
Los que trabajan con un gran desgaste físico, su pausa es la quietud. Quienes están trabajando solos, su pausa tal vez requiera el contacto con otros y si es al revés, que se trabaja con mucha gente, la pausa será de un rato de soledad reparadora e inspiración.
Hace tiempo tomé clases de Aplicación Mental con la muy querida y recordada Coco del Río, y uno de sus consejos que me ha sido de gran ayuda es que cuando haya hecho lo suficiente y no sepa qué más hacer, sencillamente no haga nada.
A veces las cosas necesitan encontrar su espacio y acomodarse, lo que no necesariamente depende de nuestra voluntad. Entender que las cosas tienen un ritmo y no se pueden forzar.
Pausas forzadas
En ocasiones, la vida nos pide hacer pausas para hacer un alto en el camino: pueden ser breves como una gripa y nuestro cuerpo nos pide reposo, o porque pasamos una ruptura fuerte o un duelo y necesitamos darnos ese momento.
La actitud de espera no es una actitud pasiva.
Descansar, entender los ritmos lentos de la vida y confiar son acciones que se hacen con los ojos bien abiertos, observando dentro de nosotros y a nuestro alrededor, admirando la naturaleza y valorando la presencia de nuestros seres queridos, sabiendo que después de ese descanso llegará el momento de dar pasos importantes.
La experiencia del COVID
Con la llegada del COVID, la humanidad ha sido forzada a detenerse y hacer una pausa. Es una oportunidad de ver hacia dentro de nosotros mismos, valorar las cosas que hemos dado por hecho, cambiar nuestros hábitos, y decir con más frecuencia que nos queremos y que pronto nos volveremos a encontrar.
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