Hasta hace poco tiempo no era usual hablar de la salud mental. Mucho menos considerar el apoyo de un sicólogo para ordenar la mente. Eran pocos los adultos que realmente escuchaban lo que decían los niños. Hablando de mi experiencia, cuando era niña y hacía alguna pregunta que me inquietaba mucho o me preocupaba, la mayoría de las veces me decían que lo olvidara.

Alguien que siempre me respondió con una verdad que yo podía entender era mi abuelo materno. Como un sueño recuerdo que el abuelo paterno estaba my enfermo, y no sabía que ya había muerto. Mi abuelo materno fue a visitarlo, en realidad fue al funeral, y cuando regresó le pregunté cómo había visto a mi otro abuelo. Su respuesta fue que muy mal y que quizá no lo volvería a ver. Así, sin drama, y yo entendí bien y seguí jugando.
Creo que los hábitos de salud mental empiezan en la infancia. Cuando tenía seis años mi mamá tuvo un accidente en casa y mi recuerdo es haberla visto bajar por la escalera de la casa con un pañuelo en la cabeza tipo Morelos manchado de sangre. A partir de ahí nuestra vida giró en torno a médicos y una mamá físicamente presente pero muchas veces ausente por todas las medicinas que tomaba.
Después de mucho tiempo nos acostumbramos a que mi mamá estaba enferma, unos días bien, otros no tanto. Mientras que mi papá se partía en pedazos manejando una fábrica en medio de una crisis económica y cuidando a los niños lo mejor que pudo. Eso sí, nunca perdió la paciencia con nosotros y siempre fue muy amoroso, pero trabajaba todo el día.
Mientras eso sucedía, yo sacaba mis propias conclusiones de acuerdo al sentido común que podía tener a esa edad. Empecé a inventarme historias fantásticas mientras soñaba despierta, y una temporada tuve el mal hábito de decir mentiras. En realidad me gustaba ver cómo reaccionaban los adultos, especialmente ciertas personas que en ese tiempo eran cercanas a mi entorno.
Con el paso del tiempo empecé a manifestar signos de ansiedad, pero en ese tiempo no sabía qué era. Solo unas enormes ganas de salir de casa corriendo y una opresión en el pecho con palpitaciones. Les decía a mis papás que sentía “angustia”, pero ellos no entendían lo que yo quería expresar.
Digamos que me acostumbré a vivir con eso que disminuía por temporadas, pero no desapareció por completo. Era como el monstruo de abajo de la cama que alguna vez saldrá pero no se sabe cuándo. Como todos, hay cosas de la infancia que se manifiesta en la vida adulta, y es cuando lo podemos sanar.
En el camino Dios nos va poniendo señales, enseñanzas y personas que nos ayudan a crecer y sanar. Mi agradecimiento infinito a mi grupo de Coaching en la Universidad Iberoamericana, y a mis colegas en la certificación en Programación Neuro Lingüística. Sin embargo, el conocer el Eneagrama y sus aplicaciones ha sido un parteaguas donde finalmente pude poner paz con el tema de la ansiedad. El reto constante ha sido soltar y confiar.
Durante la pandemia se agudizó la manifestación de ansiedad en mi y mucha más gente cercana. Personalmente me ha ayudado adquirir hábitos nuevos que aquí comparto por si les son de utilidad:
- Hacer ejercicio. Caminar con mi perra Momo durante el encierro fue de enorme ayuda. También empecé a practicar Yoga y recientemente empecé a correr.
- Escribir. Tener un cuaderno (o un blog) 🙂 y escribir los pensamientos que pasan por mi cabeza permite ordenar las ideas.
- Agradecer. Antes de dormir escribir o pensar por lo menos tres cosas que agradezco del día. Empecé con lo básico, el famoso “solo por hoy”: tener casa, comida, amigos, familia, trabajo. La gratitud permite poner atención en los pequeños detalles que pasan desapercibidos.
- Juegos mentales. Ya sean video juegos o rompecabezas, un cuaderno de sudoku o una sencilla sopa de letras. El desafiar nuestra mente con juegos permite conectar lo que estamos haciendo con lo que sentimos. Nos coloca en el momento presente.
- Alimentación balanceada. Tener en casa comida sana por si sentimos ganas de picar algo para calmar la ansiedad. Las semillas de girasol, nueces y almendras son de gran ayuda. Hacernos un postre saludable con una fruta y yogurt natural calma la sensación de dulce.
He encontrado muchas referencias de recursos y ayuda sobre el tema de la ansiedad y el estrés. Si a alguno de ustedes le interesa puede mandarme un mail y les comparto información.