Muchas veces deseamos tanto algo que sin darnos cuenta lo logramos y a veces solo pensamos que tuvimos suerte. En 2013 estaba buscando trabajo y en alguna publicación vi que habían colocado un gallo azul en la plaza de Trafalgar en Londres y que estaría ahí hasta inicios el siguiente año. Me encantó el gallo, que era una pieza enorme y pensé que quería verlo y tomarme una foto. Me imaginé ahí, justo frente a la Galería Nacional viendo al gallo azul.

Estaba yo en pláticas con un head hunter en Inglaterra llamado Bruce, que me entrevistó porque teníamos un conocido en común y tenía una posición abierta. Me entrevistaron y no supe de ellos en varias semanas.
A fines de noviembre me llamó y me dijo que querían conocerme en persona y que me verían en Londres una semana después y que me darían días extra para hacer mis compras navideñas. Así que todo se arregló, viajé para mi entrevista y pude ir a ver al anhelado gallo azul en Trafalgar Square.
Otra experiencia que tengo de desear algo con todo mi ser fue cuando me independicé para vivir sola, estaba comenzando un trabajo nuevo y organizando mi vida.
Un día pasé por una sucursal de Honda donde estaban los autos seminuevos cerca de mi nueva casa y me enamoré de un Mercedes Benz Clase A color gris oscuro que estaba en venta. Solo había tenido un dueño y tenía pocos kilómetros de recorrido.
Fue amor a primera vista. Entré a pedir informes y no podía cubrir el enganche. El vendedor era un chavo que tenía poco tiempo en ese trabajo, y creo que me quiso ayudar.

Me dijo que le dejara lo que pudiera para apartarlo, y a los pocos días regresé dejé como $3,500 (unos $180 dólares). ¿Qué hice entonces? Pasaba casi diario por el lugar donde estaba “mi auto” en exhibición.
Me veía manejándolo, haciendo las compras, paseos, visitas y todo lo que ordinariamente hacía. Estaba muy feliz. Llevé a mi papá a conocer mi nuevo coche y entraba a internet a ver páginas donde mostraban todos los detalles en el interior. Pasaron tres meses y regresé con el enganche para hacer la compra de mi auto.
En ese momento no pensé que había sido algo mágico que yo trabajé en mi imaginación viéndome manejando.
Y la última que recuerdo más reciente es cuando mi hermana Gaby y yo buscábamos un departamento para mudarnos. Buscamos en internet y visitamos algunos, pero vi las fotos de uno que me encantó en ese momento, y empecé a imaginar cómo colocar los muebles, de qué color pintaría las paredes y como llevaría a Momo nuestra perra a pasear al parque cercano. Y aunque aparentemente tenían varias ofertas, al final sí nos pudimos mudar a ese departamento.
Creo que a veces estamos demasiado ocupados que dejamos de darle importancia a lo que realmente queremos de corazón, y que si es para nuestro bien se puede lograr. Te invito a hacer la prueba con algo que realmente quieras y que empieces a visualizar tu vida al tenerlo.