
Uno de mis recuerdos más remotos de niña es en Semana Santa cuando mi abuelita materna preparaba capirotada para celebrar Pascua. Era algo especial, se comía sólo una vez al año.
Mi abuelito, quien fue una de las personas más congruentes que he conocido, ayunaba el viernes santo. Después de mediodía, en casa de los abuelitos se comía un menú especial donde destacaba la capirotada, que era como un símbolo de las fechas especiales de la Pascua judía y la Resurrección de Cristo.
Entendí un poco más de la Pascua hebrea cuando leí la historia de la salida de Egipto del pueblo judío, en una biblia luterana que recibí de regalo en mi Primera Comunión -La Biblia Contada a los Niños, de Anne de Vries, un excelente libro editado en España.

La salida de Egipto guiados por la confianza en Moises y en regresar a la Tierra Prometida de donde el pueblo judío salió varias generaciones antes. Emprenderían un viaje por una ruta incierta, que incluía atravesar el mar y zonas desérticas.
Después de la séptima plaga, donde moría el hijo primogénito de todas las familias no hebreas, el faraón dejó salir al pueblo que había sido sometido por tanto tiempo. Después de cenar, salieron con lo puesto, y al llegar a la orilla del mar dudaron en seguir, pues no tenían como atravesar. Tuvieron miedo, pues no podían regresar y temían morir ahogados. Siguieron adelante, y vieron cómo el mar se abría luego de que Moisés tocara el piso con su cayado (bastón). De este modo, atravesaron niños, mujeres, hombres, ancianos, animales y carretas con sus pertenencias, llegando sanos y salvos al otro extremo del mar y siguieron su camino hasta la Tierra Prometida.
Vista de la Tierra Prometida desde Monte Nebo, Jordania.
Salir de Egipto significó dejar de ser esclavos y estar sometidos. ¿Y eso en qué nos toca ahora, en este tiempo? En pocas palabras, salir de nuestros pensamientos estrechos, de sentirnos derrotados antes de intentar algo, de creer que no tenemos salida y que somos esclavos de la realidad que nos rodea.
Queremos tener todas las respuestas antes de actuar, además las queremos rápido. No nos gusta la incertidumbre, porque perdemos control. Nuestro Egipto son las circunstancias que vivimos. Estas no cambiarán por si solas, debemos dar el primer paso y actuar, aún con la incertidumbre de no saber lo que puede pasar, confiando en nosotros mismos.
La Tierra Prometida significa aceptar lo nuevo, diferentes oportunidades, nuevos hábitos, darnos cuenta que sí podemos. Literalmente, pensar y actuar “fuera de la caja“.
Ahora que soy adulta y disfruto la capirotada que prepara mi mamá para celebrar Pascua, la aprecio como un signo que representa este tiempo como oportunidad de transformación personal desde donde estemos.
¡Felices Pascuas!
Mi querida Rose, que grato es leerte y saborear contigo tan dulces recuerdos de las entrañables experiencias vividas, provocaste en mí la evocación de las Pascuas pasadas, siempre tan significativas y agradables.
Te abrazo con el corazón.
Felices Pascuas de Resurrección